César Augusto Saltos cita en su libro “El Carnaval de Guaranda” la siguiente leyenda con respecto al origen de la música del Carnaval:
En tiempos del Cacique Huaranga, había una pareja de jóvenes unidos por el tierno y profundo amor. Viéndolos tan enamorados, el Cacique decidió que debían casarse,
Un día, los jóvenes salieron a pasear por el campo. Caminaron muchas horas y al atardecer, se sentaron para contemplar la belleza del paisaje. Poco después, rendidos por el cansancio, se durmieron.
En tiempos del Cacique Huaranga, había una pareja de jóvenes unidos por el tierno y profundo amor. Viéndolos tan enamorados, el Cacique decidió que debían casarse,
Un día, los jóvenes salieron a pasear por el campo. Caminaron muchas horas y al atardecer, se sentaron para contemplar la belleza del paisaje. Poco después, rendidos por el cansancio, se durmieron.
En ese momento, el dios Pachacámac, que
los miraba desde el cielo, quiso enviarles un regalo. Entonces ordenó a
la naturaleza que compusiera una música para ellos.
Inmediatamente las aves cantaron alegres, el viento lanzó un soplo lastimero y las ramas de los árboles se retorcieron quejumbrosas, mientras el agua del río murmuraba juguetona y danzarina. Éstos sonidos conjugados formaron una música triste y alegre al mismo tiempo.
Inmediatamente las aves cantaron alegres, el viento lanzó un soplo lastimero y las ramas de los árboles se retorcieron quejumbrosas, mientras el agua del río murmuraba juguetona y danzarina. Éstos sonidos conjugados formaron una música triste y alegre al mismo tiempo.
Al despertar los jóvenes amantes escucharon embelesados la melodía una y otra vez.
Regresaron rápidamente a la casa del Cacique Huaranga
para entonarla y entregársela como presente. Huaranga emocionado,
reunió a sus súbditos, quienes. Al oír la música se sintieron tan
identificados con ésta, que como homenaje, resolvieron cantarla en su
fiesta más importante: La que celebraban en la segunda luna de cada
año, en honor al Cacique Huaranga.
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